Cuando hablamos de sostenibilidad, hablamos de cuidar el ambiente, de proteger especies en peligro, de alcanzar la igualdad de género y una verdadera integración social, de asegurar que generaciones futuras tengan un planeta próspero. Pero de lo que no escuchamos mucho es del vínculo esencial que tiene la sostenibilidad con la felicidad.
Al hablar de felicidad nos referimos a la rigurosa investigación científica que desde hace más de 30 años inició el doctor Martin Seligman, en aquel momento director de la Asociación de Siquiatría Americana (APA), cuando decidió romper el paradigma y empezó a estudiar a las personas felices.
Una corriente de investigación que ha crecido exponencialmente en los últimos años y que tiene resultados sumamente valiosos para el crecimiento personal de todos como seres humanos y nuestro bienestar en la vida.
No estamos diciendo nada nuevo y no estamos hablando de conceptos “hippies”: la felicidad está en la agenda, siendo un tema que preocupa a estados, organizaciones internacionales y academia. Inclusive existe un índice internacional, comisionado por las Naciones Unidas, que mide la prosperidad de los países en función a la felicidad de sus ciudadanos.
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