FELICIDAD Y SOSTENIBILIDAD

¿Cuál es la relación?

Cuando hablamos de sostenibilidad, hablamos de cuidar el ambiente, de proteger especies en peligro, de alcanzar la igualdad de género y una verdadera integración social, de asegurar que generaciones futuras tengan un planeta próspero. Pero de lo que no escuchamos mucho es del vínculo esencial que tiene la sostenibilidad con la felicidad. Al hablar de felicidad nos referimos a la rigurosa investigación científica que desde hace más de 30 años inició el doctor Martin Seligman, en aquel momento director de la Asociación de Siquiatría Americana (APA), cuando decidió romper el paradigma y empezó a estudiar a las personas felices. Una corriente de investigación que ha crecido exponencialmente en los últimos años y que tiene resultados sumamente valiosos para el crecimiento personal de todos como seres humanos y nuestro bienestar en la vida. No estamos diciendo nada nuevo y no estamos hablando de conceptos “hippies”: la felicidad está en la agenda, siendo un tema que preocupa a estados, organizaciones internacionales y academia. Inclusive existe un índice internacional, comisionado por las Naciones Unidas, que mide la prosperidad de los países en función a la felicidad de sus ciudadanos.
La iniciativa fue promovida por Bután, país que desde la década de 1970 prioriza la felicidad nacional bruta sobre el tradicional producto interno bruto. Con esta iniciativa la Organización de las Naciones Unidas (ONU) abrió los ojos del mundo sobre la máxima de las aspiraciones humanas, la felicidad, y de cómo es necesario trabajar en los ejes social, económico y ambiental para alcanzarla. Algo que también ha reconocido la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que desde el año 2011 mide indicadores multidimensionales relacionados con el bienestar subjetivo de sus países miembro. El interés de estos entes internacionales en la felicidad no es objeto de casualidad, los datos científicos nos hablan con claridad del impacto que las personas felices tienen en el desarrollo y economía de las sociedades, el cual tiene un efecto circular, no solo los individuos felices aumentan la prosperidad de las sociedades en las que forman parte, sino que dicha prosperidad revierte, a su vez en ellos mismos, aumentando su satisfacción con la vida.

Felicidad

Son diversos los estudios que confirman que las personas felices tienen un comportamiento hacia sí mismos y hacia los demás que resultan beneficiosos para la sociedad en su conjunto, en primer lugar, son más saludables, significativamente más cooperativos con los demás, se comportan como ciudadanos comprometidos que causan pocos problemas, y, además, contagian su felicidad a las personas con las cuales se relacionan.

La ONU lo detalla así en su sitio web “La felicidad individual pasa por la felicidad global con la colaboración de todos. No dejemos a nadie atrás”. Está claro la sostenibilidad nos lleva a la felicidad, pero también de manera inversa.
Este es un tema que nos preocupa a todos, consciente o inconscientemente. Al final, vivimos todos los días para encontrar la felicidad, tenga la forma que tenga. La cuestión es que nuestra felicidad no debe nunca contrarrestar la felicidad del vecino, ni de quien vive a miles de kilómetros de nosotros y tiene creencias y valores distintos a los nuestros. Es ahí donde felicidad y sostenibilidad se encuentran.
Tenemos que ver la sostenibilidad no como algo que nos limita, si no como algo que nos ayuda a abrir los ojos y ver que la forma en que muchas veces actuamos, lo que consumimos, y la manera en que lo hacemos, puede mermar la felicidad de otros.
Es justamente en nuestro rol de consumidores (además de lo que compramos, somos consumidores de información, de ideas políticas, de servicios públicos y privados) donde tenemos un vínculo muy cercano con la sostenibilidad, pero también, es ejerciendo ese rol, donde más poder tenemos.
Somos poderosos porque tenemos acceso a información y por nuestra capacidad de decisión: somos libres de decidir qué consumimos y qué no. Si sabemos que un determinado producto o servicio que adquirimos impide que otra persona alcance la felicidad (ya sea porque su producción daña su entorno, porque las condiciones laborales violentan los derechos humanos, y/o porque la empresa hace caso omiso de sus obligaciones como empleador) ¿debemos seguir consumiéndolo?
Para que un país se desarrolle de manera sostenible, no hace falta únicamente desarrollo económico (visto como más producción y más consumo) sino una verdadera igualdad de oportunidades, con producción y consumo responsables, que nos permita a todos poder alcanzar la felicidad, y desarrollar nuestro potencial como ciudadanos. Está en cada uno de nosotros ser curiosos y críticos para informarnos de dónde viene lo que consumimos, cómo se hace, quién lo hace y en qué condiciones, y qué impacto tiene en el ambiente.
Con ese tipo de información ya podemos decidir si queremos, o no, apoyar a las empresas, organizaciones y personas que ofrecen lo que nosotros consumimos. Debemos tener grabado que el fin último del desarrollo sostenible es la felicidad, pero la felicidad de todos, hoy y mañana.
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Ser feliz es una decisión!!!